Alejandra Castillo Flores

Semigiro de un saber

El psicoanálisis no existe”

Por Alejandra Castillo Flores

Es una frase que los psicoanalistas sabemos bien – aunque recientemente la escuché nuevamente en el video ¿Guardar silencio o interpretar? Una idea de Racker de Juan Manuel Martínez. Y lo que esta frase refiere me parece una buena manera de entrar a este tema, puesto que significa que no hay un psicoanálisis, sino que hay muchos; he ahí la complejidad actual de dar una respuesta clara a la pregunta más común –en mi experiencia– que los analistas recibimos “¿y qué es el psicoanálisis?”

Si nos regresamos hasta la fuente, Sigmund Freud, en los inicios del psicoanálisis era él quien decidía qué era y qué no era psicoanálisis, siendo la prueba más concreta su texto de 1914, “Contribución a la historia del movimiento psicoanalítico”, en la que él mismo escribe “nadie puede saber mejor que yo lo que el psicoanálisis es, en qué se distingue de otros modos de explorar la vida anímica, qué debe correr bajo su nombre y qué sería mejor llamar de otra manera”.[i]

Palabras que nos dificultan el tener una definición precisa, dado que el patriarca del movimiento ya no está aquí para decirnos qué es el psicoanálisis. Esto se ve muy claramente en los caminos que tomaron las escuelas postfreudianas, tanto así que hoy en día pueden ser hasta contradictorias entre ellas mismas. Aun así, todas estas escuelas reconocen que lo inconsciente existe y que esto lo sabemos por sus efectos – que los psicoanalistas nos entrenamos para detectar en una sesión con un paciente –; no obstante, cuáles son los efectos o cómo los detectamos son diferencias radicales entre una escuela y otra.

Cabe mencionar que no sólo somos los psicoanalistas los que padecemos de esta problemática, ya que la psicología y la psiquiatría – miembros convencionales de la misma tríada de la salud mental – se han subdividido a sí mismas tanto o tal vez más que las ramas que se han creado dentro del psicoanálisis.

Si regresamos a la pregunta del principio, conociendo ya la pluralidad que ésta implica, la respuesta más sencilla es la que dan los diccionarios del tema. Es así que, entonces, cada escuela psicoanalítica propone una teoría de la mente humana, una forma de tratamiento terapéutico y una metodología de investigación.[ii] Estos tres puntos pueden tener elementos en común, como el uso del diván o de conceptos como transferencia, defensas, neurosis, etcétera; no obstante, la manera en que los usamos también puede tener sus diferencias.

Ahora, si la pregunta se transforma en “¿cuál sirve?”, o en “¿cuál es mejor?” Las respuestas serían, “todas sirven” y “ninguna es mejor,” respectivamente. Hay analistas y hay pacientes, no todos los analistas aceptarán a todos los pacientes, ni todos los pacientes se sentirán a gusto con cualquier analista.

Encontrar una buena calza* puede ser desalentador para muchos – a menos que el brincar de un diván a otro sea un efectivo método de defensa para no tener que lidiar con los problemas propios –, pero si el sufrimiento está ahí (mi realidad me es insoportable), el automatismo (siempre hago lo mismo y no sé por qué), o el fracaso (no obtengo mi deseo o no sé cuál es), entonces habrá razón para buscarla.

[i] Freud, Sigmund. “Contribución a la historia del movimiento psicoanalítico”. Sigmund Freud: Obras completas, traducido por José L. Etcheverry, vol. XIV (1914-16), Amorrortu, 1976, p. 7.

[ii] Laplanche, Jean, y Jean-Bertrand Pontalis. “Psicoanálisis”. Diccionario de psicoanálisis, traducido por Fernando Gimeno Cervantes, Paidós, 2004, p. 317.

* Razón por la que se añade un pequeño directorio de colegas en esta página web.

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